viernes, 28 de septiembre de 2018


Miles de libros en inglés, miles de libros en español



Charabón estuvo de paseo por Los Ángeles, California, Estados Unidos. 
Conducido por un hilo invisible, por instinto o intuición, divisó una cúpula piramidal que entrecortaba las nubes como haciéndose lugar entre los rascacielos del Downtown. Llegó al edificio de la Biblioteca Pública Central y permaneció ensimismado, en el más profundo silencio interior, observando el hall del edificio que es  antesala del área dedicada a los niños.








El recinto central se encuentra ornamentado con un impresionante mural  pintado por artistas oaxaqueños, que sobre una base color rojo ardiente, dan significado a una cultura ancestral con toques modernistas. Bajo el título “Visualizando el lenguaje: Oaxaca en Los Ángeles, se expuso durante un año en pleno distrito financiero, el orgullo de su pertenencia. Es paradojal que este par de artistas, con visa de turistas (disculpen la rima) y sin permiso para trabajar, narren por medio de su técnica gigantesca, la historia de colonización de California y su visión contemporánea.

Traspuesta la entrada que a Charabón le inquietaba visitar,  se abrió ante sus ojos una superficie enorme con incontable acervo literario. Las bibliotecas reposaban sobre alfombrado con diseños infantiles, coloridos, sobre un verde malva orgulloso. Amplias maderas ilustradas con pasajes de cuentos, coronaban el ambiente propicio para la lectura y unas lámparas de medio pie, ofrecían  el  toque hogareño. Sillones, mesas, computadoras, vitrinas, rincones, eran iluminados por la luz solar que se hacía paso a través de las ventanas.
Charabón se impresionó cuando percibió que desde una vitrina le hacían guiñadas y morisquetas. Casi se espanta cuando descubrió que los personajes de Donde viven los monstruos del  genial Maurice Sendak, lo invitaron a seguir su juego.
Miles de libros en inglés, miles de libros en español. Recorrer los estantes, tocar los libros, acariciar el lomo, hojear las páginas de autores conocidos y de los otros, fue una vivencia especial.


La definición de un recinto para los más chiquitos, con libros al alcance de su estatura,  confirmaría  la esencia de la literatura infantil, de lo vital, donde todo se puede. Una mamá que leía a su bebé sentado en la falda, lo abrazaba con la palabra e imagen. Más allá, el hermano recostado entre almohadones, se solazaba contándose un libro elegido por él.

Al salir del edificio, un parque con fuentes de agua, árboles frondosos y pequeñas esculturas, parecen retener al visitante por siempre. Sobre la vereda, unos buzones de metal de considerable tamaño, esperan con sus bocotas abiertas, la devolución de los préstamos que los usuarios realizan a cualquier hora.